martes, 10 de septiembre de 2013

Te adoro; y te compro mil loros.

Decía que tenía una hijita,
muy chiquitina. 
Que ésta comía
quilos y quilos de jamón. 
Que cuando reía florecía
la sonrisa más bella.
Y él encargaba no un camión,
sino dos de jamón.
Las adoraba, a su hermana
y a ella.
Les podía comprar loros,
todos diferentes tan sólo
para ellas.
Ellas eran sus florecillas, 
sus Rositas de Pitiminí.



A Papá.